Las claves para comer sano a pesar de los efectos de la guerra de Ucrania en los precios de los alimentos

Fuente del artículo: EL CORREO /image: EL CORREO /Autor: FERMÍN APEZTEGUIA

La invasión de Ucrania sin que hayamos superado la pandemia ha dado una vuelta de tuerca al coste de la cesta de la compra; pero aún es posible alimentarse de forma saludable sin grandes sobresaltos

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Co mo continúe la actual escalada de precios, comer corre el riesgo de convertirse en un artículo de lujo. Al menos hacerlo de una manera sana. Por un puñado de euros bien puede llenarse la despensa de un montón de productos que quitan el hambre, pero te dejan un montón de kilos encima. Pero eso no es rentable. El peso, ya se sabe, no es tan problema como el montón de complicaciones de salud que le acompañan, algunos tan graves que llevan a la muerte. No se asuste con lo que lee. De todo lo que nos ocurre, la guerra en Ucrania es lo único que da verdaderamente miedo. Por ella, según nos dicen, la cesta de la compra se está poniendo difícil, pero para la mayoría de nosotros, pese a todo, aún es posible seguir comiendo sano.

«Es terrible, vas al mercado y lo verdaderamente caro, lo que está subiendo día a día son las frutas, las verduras y el pescado. En cambio, por un euro te puedes llevar a casa tus 2.000 calorías diarias con las peores hamburguesas y bollería», protesta el nutricionista Julio Basulto, que acaba de publicar un libro con un título transgresor, 'Come mierda'. «Cuando se trata de comida basura, la industria alimentaria representa un enemigo muy poderoso. Si intentas defenderte de ella con caricias, pierdes», se justifica. «Gastan una millonada en convencernos de que lo malsano puede formar parte de nuestro día a día. Nos mandan mensajes falsos, como que hay que comer de todo. Eso no es cierto. Hay que comer sano; lo contrario, enferma».

Alimentarse de una manera saludable a un precio si no razonable «relativamente barato» requiere, según el experto, de un esfuerzo por parte del consumidor. No se trata de un ejercicio económico, sino de cambio de mentalidad.

Comience hoy mismo

El primer paso que, a su juicio, debe darse consiste en quitarse de la mente los «conceptos erróneos» que el sector de la alimentación ha grabado a fuego en nuestra mente y sustituirlos por otros nuevos. Siguiendo con el ejemplo anterior, hay que dejar de pensar en 'comer de todo' y plantearse 'no comer mal'. «No tiene sentido meterse de todo en un mundo como el nuestro, en el que la mayoría de los productos que nos asaltan en las estanterías del supermercado están repletos de azúcar, sal y las peores grasas». Preguntarnos si algo puede ser insano antes de comérnoslo, nos sitúa en la buena dirección alimentaria.

A partir de ahí hay que planificar la compra y la dieta, «siguiendo las cuatro pes, que guían la estrategia de todo buen departamento de publicidad».

1. Pensar. Hay que dedicar un tiempo a reflexionar sobre qué queremos comer y dónde podemos adquirirlo con la mejor calidad al precio que se ajuste a nuestro bolsillo. Ir a la compra sin las ideas claras solo sirve para gastar más dinero del debido y, a la larga, comer más y peor.

2. Planificar. Todo lo planificamos: «el fin de semana, las vacaciones, los hijos, la carrera», pero muy poca gente se plantea programar su alimentación. Resulta un ejercicio sano y permite ahorrar.

3. Persevere. Cambiar de estrategia alimentaria, como todo cambio, cuesta. No se rinda. Recuerde los motivos que le llevaron a hacerlo. De nuevo le impulsarán a continuar en su propósito.

4. Prescindir. Evite el consumo por sistema de todas esas cosas que sabe que no le convienen. No se prohiba nada si eso le va a generar más ansiedad, pero reserve los premios –sólo uno, no se haga trampas– para el momento adecuado. El fin de semana, un día especial...

Un consejo más. Anote lo que come. Escribirlo en un cuaderno le ayudará en la planificación de los menús y le permitirá una mejor organización de su economía y su dieta. «Está demostrado científicamente que cuando la población anota lo que come, mejora su patrón alimentario».

No coma cualquier cosa. Es mejor comer menos de cierta calidad que sentirse saciado por algo que dañará nuestra salud. Un 30% de las calorías que ingerimos procede de alimentos ultraprocesados. Tenemos margen de mejora.